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Miguel Ángel Arana Martínez 

El jefe del bufete arengaba a los pasantes reunidos en la sala:
-Sois afortunados. Este es un despacho innovador, abierto a las nuevas tecnologías, a las nuevas ideas. Aprovechad bien vuestra estancia aquí, pues el bagaje que os aportará no tiene precio.

Nadie tuvo el valor de replicarle que para provecho el suyo, pues les hacía trabajar como esclavos, por una remuneración poco menos que simbólica, unida a la promesa de un futuro mejor que nunca se cumplía.

Fue asignando tareas, de forma que uno a uno salieron presurosos en pos de su cometido. Sólo quedaba B., la última incorporación. A éste le dio un tocho de cuatrocientas páginas y le dijo:
-Necesito que te pongas de inmediato a leer este arbitraje de equidad, y me hagas un resumen para mañana.

B. le miró un momento y dijo suavemente, con una educación exquisita:
-Preferiría no hacerlo.

 

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