Vocación temprana
JUAN LOZANO GARROTEComencé ejerciendo la abogacía en el patio del colegio. Allí todo era un juicio rápido y sumarísimo. Los delitos que se cometían no pasaban más que por esconder la mochila al prójimo, robarle el bocata o la guía del alumno. Eso sí, en la instrucción de cada caso se hacía imprescindible una minuciosa investigación: recopilación de pruebas, careo entre testigos («fue Fulano, fue Mengano»), etc. Para reparar el delito a veces se exigía dar una vuelta al patio del colegio, comprar un bocadillo al ofendido o hacerle los deberes durante una semana.
Recuerdo mi primer caso. Mi cliente era «el Tripas» y estaba acusado de robar un bocata de chorizo a Julen. Pese a las pruebas incriminatorias (manchas de grasa en los dedos, migas en la mochila y un trozo de papel albal en el pupitre), logramos la libre absolución. Fue entonces cuando comprendí que lo mío era vocacional.
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Imagino que la defensa fue que las manchas de grasa eran de la cadena de la bici, las migas de antesdeayer y el papel de aluminio para la clase de plástica. Estupendo micro.
Algo parecido… Muchísimas gracias.
Ya decía Santi Romano que hasta en una banda de delincuentes hay ordenamiento jurídico. Así que, en el patio del colegio, ni te cuento.
Suerte, Juan.
Sobre todo reina el derecho consuetudinario… Suerte también a ti, Manuel.
Qué fácil haces que parezca, y no me refiero solo a la defensa de «el Tripas».
Me ha gustado mucho, Juan.
Mucha suerte.
Me pone colorado el comentario… ¡Que halago! Muchísimas gracias, Margarita.