Un pueblo llamado Comala
Ander Balzategi JuldainApareció Aquilino en el pueblo como el viento del sur, repentino y embravecido. Entró en mi despacho y levantó el polvo ceniciento que cubría los muebles y las carpetas. Dejó sobre la mesa un calcetín raído y exclamó “aquí están las pruebas. Dicen que ahora se puede obtener su rastro y demostrar que era mi padre”.
Ya estaba harto de representar a los locos, a los idealistas y a los desfavorecidos, y no sabría donde encajar a Aquilino. Su padre nunca lo reconoció como hijo y el había porfiado por obtener su reconocimiento, luego su hacienda.
Le recomendé que cesase en su empeño, la reclamación ya había prescrito. Él no entendía el concepto de la prescripción, a pesar de que en ese pueblo de mala muerte no quedásemos más que los cactus y los fantasmas. “Da igual”, respondió, “reclamo el derecho consuetudinario de las ánimas a vagar en sus propiedades”.
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Un acierto, Ander, esta asociación entre el mundo jurídico y el universal microcosmos de Juan Rulfo.
Suerte.
Un voto a ese guiño a Pedro Páramo. Suerte
Hermoso relato. Retrato de un universo tan desfavorecido como mágico. Mi voto y mucha suerte.
Muy buena esa referencia a Juan Rulfo y a Pedro Páramo al incluir en el título a Comala.
Te deseo mucha suerte y te dejo mi voto.
Besos.
Ufff, el tuyo es un claro ejemplo de un relato que estremece, que está vivo.
Me ha encantado.
Un saludo.