Imagen de perfilDERECHO DOMÉSTICO

Belén Sáenz Montero 

¡Pobre Lord Justice Nightingale! La peluca se le apolillaba dentro del arcón; qué soberano aburrimiento le embargaba desde su jubilación. Así, se empeñó en representar en su vida cotidiana usos, costumbres y precedentes extraídos de vetustas compilaciones del derecho consuetudinario anglosajón. Todos los rincones de su residencia de campo, Gavel Manor, quedaron judicializados, desde los aposentos señoriales hasta las caballerizas. Si un calcetín pasaba demasiado tiempo desparejado en un cajón, dictaba una sentencia de divorcio firme con orden de alejamiento. En caso de infracción –es decir, si una sirvienta lo encontraba y lo regresaba con su compañero–, la condena conllevaba el escarnio de ser prendido en un cactus del jardín. El servicio resultó ser el sector doméstico más desfavorecido por las idas y venidas de su amo y, harto de los caprichos y las quijotadas del magistrado, exigió una legislación inmediata y formal acorde con la Constitución.

 

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