Imagen de perfilA PESAR DE TODO

Eva María Cardona Guasch 

Conocía su fama de trabajadora tenaz y decidí que sería la abogada que me iba a representar. La adusta decoración del despacho (un cactus, una foto familiar) contrastaba con su carácter afable. La confianza que me inspiró me animó a importunarla con llamadas diarias que convertí unilateralmente en un derecho consuetudinario que a mí me hacía acreedora de su tiempo y a ella, parte notoriamente desfavorecida en aquella relación. Me arrepentí de esas insistentes e impertinentes consultas cuando me enteré, casualmente, de su situación familiar. Mis pensamientos revirtieron como se da la vuelta a un calcetín. La disputa con mi arrendatario no era nada comparado con la enfermedad grave y degenerativa de un hijo.

El día del juicio me pregunté qué valor tendría aquella controversia para mi abogada, qué pasaría por su cabeza. Lo supe al verla actuar en sala: pensaba sólo en mi. A pesar de todo.

 

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