Imagen de perfilEl cuento de los tres acusados

Marta Trutxuelo García 

Por fin acabaría con ellos, con los tres. Se les acusaba de incumplir la ordenanza urbanística y de un delito de lesiones. El fiscal presentó las pruebas: un caldero de agua hirviendo, testigo del intento de tortura, y la credencial del colegio de arquitectos del demandante. Cuando les llamó a declarar, los tres acusados juraron que les habían echado de sus casas, a lo que el arquitecto- demandante alegó que desalojó por precaución las viviendas de paja y madera, y que al tratar de inspeccionar la de piedra entró por la chimenea y cayó al caldero, sufriendo graves quemaduras. Los acusados decían que actuaron en defensa propia, reivindicaban su condición de víctimas de acoso y engaño de un depredador. Según la sentencia los tres cerditos costearían una nueva Inspección Técnica de Edificios (ITE) y la factura del hospital del arquitecto. Bajo la toga de fiscal, el lobo relamía su victoria.

 

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