INSOMNIO JUSTIFICADO
Ana María Abad GarcíaAquella población era la más vulnerable que había visto jamás y, quizá por eso mismo, la más hermosa en su inocente rusticidad: casas de adobe con techo de paja, calles sin asfaltar, pinceladas de verdor a la vuelta de cada esquina. El empleo de nuestra arma biológica en semejante oasis nunca debió aprobarse y, no obstante, alguien de arriba vio la oportunidad de hacer una prueba con sujetos reales y decidió aprovecharla, aunque ello significara erradicar toda vida humana en aquella humilde y, hasta entonces, feliz aldea.
Cuando los abogados de la empresa se enteraron, pusieron el grito en el cielo: ¡responsabilidad moral, publicidad nefasta, indemnizaciones millonarias! Pero ya era tarde. Del pueblito y sus habitantes sólo quedaba una estela de polvo en el viento del atardecer y el eco de un murmullo apagado en el agua turbia del riachuelo.
Desde ese día, me cuesta conciliar el sueño.
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Creo que nuestros micros son complementarios. Deben leerse seguidos y forman un todo. Jejeje. Muchas suerte y un voto desde la otra aldea.
Gracias por el voto y el comentario, Esteban.
Me alegra ver que no soy la única que se ha trasladado al medio rural, aunque creo que tu aldea ha salido mucho mejor parada que la mía, con diferencia: un overbooking de bichos y de abogados siempre es preferible a un arma biológica. Esperemos que las probabilidades se inclinen a favor de los primeros y no de la segunda, en las aldeas reales.
Besos.
El exterminio en versión aldeana. No me extraña que perdiera el sueño.
Suerte y mi voto.
Abrazos.
Muchas gracias Lola.
A mí tampoco me extraña, yo pierdo el sueño con mucha facilidad y en su caso creo que ya no podría dormir de por vida.
Besos.
No me extraña que tu protagonista no pueda conciliar el sueño tras el exterminio en el que ha participado.
Buena denuncia, Ana María. Mucha suerte y te dejo mi voto.
Besos apretados.
Me gusta pensar que él no participó directamente (ese «alguien de arriba» fue el culpable de facto del infame desaguisado), aunque es cierto que quizás debería haberse opuesto con más energía. Este pensamiento debe ser el que no le deja dormir. A veces pasa: no es lo que hacemos sino lo que dejamos de hacer. En fin, esperemos que la próxima vez consigan evitar la catástrofe o que, directamente, no haya próxima vez, seguro que todos dormiremos mejor.
Muchas gracias y muchos besos, Pilar.
No hay nada que justifique una atrocidad. A veces quedan impunes, pero la conciencia no perdona ni descansa. El insomnio de tu protagonista está más que justificado, como el peso que habrá de soportar cada instante de su vida.
Un relato sobre los hechos y sus consecuencias. A menudo, cuando el mal está hecho, ya no permite rectificación. Evaluar pros y contras antes de cualquier actuación es fundamental siempre.
Un abrazo y suerte, Ana María
Muchas gracias, Ángel.
Tienes mucha razón, aunque a menudo actuamos impulsivamente y así nos va. E incluso sin ser los responsables directos, como es el caso, la culpa siempre pesa lo suyo, sobre todo por la noche. Sólo queda aprender de nuestros errores.
Besos.
Enrico Fermi también sufrió remordimientos de conciencia después de que se arrojaran las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Mucha, y buena, suerte, Ana María.
Sí, algo parecido. La verdad es que no me lo quiero ni imaginar, debe ser durísimo haber participado en algo así y tener que vivir después con ello. Esperemos que no se repita.
Muchas gracias Manuel y un beso.
Muy evocador, felicidades.
Muchas gracias, Carolina.
Besos.
Alguna vez, alguien, en algún lado, tendrá que poner los límites a la codicia humana. Ojalá. Un relato muy bien escrito. Enhorabuena, mi voto, y un saludo
Esperemos que sí, y que lleguemos a verlo.
Muchas gracias Nicolás. Besos.
Sin duda es un insomnio justificado, Ana María.
Lo que hicieron con el pueblecito y sus habitantes, un experimento con arma biológica me recuerda lo de «si sale con barbas, San Antón; y si no, la Purísima Concepción. Pero en este caso
se trata de seres humanos, no de un carpintero tallando madera.
Enhorabuena, mucha suerte y mi voto. .
Muchas gracias, Aurora.
Por desgracia, lo de experimentar con seres humanos no es nuevo y no siempre acaba bien, como es el caso. No me extrañaría que, además del sueño, también haya perdido el apetito.
Besos.
Y habrá pasado en alguna ocasión, como en alguna película. A veces el ser humano, creando maldad, no se merece el título de «animal racional».
Buen relato Ana María, enhorabuena y suerte. Cuenta con mi voto y un saludo.
Muchas gracias por tu comentario y por tu voto, José Manuel. Me alegro de que te haya gustado, aunque sea un poco sombrío. No siempre la vida es de color de rosa, y los relatos igual.