PASCUA: PASO Y CAMBIO

Belén Muñoz Irles · Alicante 

Había prometido a mi hermano, monje cisterciense, hace ya más de cinco años, desde que partió con su ilusión y mi incomprensión, que pasaría la vigilia de Pascua con él. Se lo debía. Con mucha pereza y hastío me puse en carretera y tomé el desvío hacia el monasterio que me apartaba de la civilización. Conduje pensando ¡cómo no! obsesivamente en la redacción de la cláusula de aquél contrato, en la defensa del legítimo interés de mis clientes, en los plazos los escritos por hacer, la falta de tiempo…Fue entonces cuando sentí nuevamente aquél desagradable sudor frío que últimamente me acompañaba y que desapareció súbitamente y para siempre al cruzar el umbral del monasterio del que convencido e incomprendido decidí nunca más salir.

 

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