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Margarita del Brezo 

El pronunciamiento del juez fue claro: debía abandonar mi casa. Se la había donado a mis hijos para evitarles trámites burocráticos y decidieron venderla conmigo dentro. ¡A quién se le ocurre, doña Paca!, me dijo al terminar el juicio. Nos conocíamos del barrio. Yo regentaba un quiosco y le había fiado muchos chicles de fresa ácida cuando no era más que un crío escuchimizado de rodillas puntiagudas. Él me ayudó a inscribir telemáticamente mi solicitud para entrar en este asilo. Me atrajo que estuviera junto a un desguace, siempre me han gustado las metáforas. Y acerté. Al principio mi estado de ánimo era lluvioso, no voy a mentir, tenía el corazón empapado de tanto llorar para dentro. Pero luego llegó Encarna. Cada tarde me regala una flor que, cuando nadie mira, arranca del jardín. Hemos decidido empezar a vivir juntas. En una habitación doble donde no se pone el sol.

 

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30 comentarios

  • Qué preciosa historia Margarita, y tan bien contada.
    Lo de que los hijos vendan la casa con la madre dentro es un puntazo, tan realista… he oído casos parecidos y no salgo de mi asombro.
    En fin, menos mal que en este caso, en concreto, termina bien.
    Mi voto y un enorme abrazo.

     
  • Es cierto que a veces se dan las condiciones para que todo se tuerza, incluso hasta llegar casi al desguace, pero también que, pese a todo, nunca es tarde para empezar de nuevo, con menos perspectiva temporal quizá, pero con las cosas más claras también.
    Ya veo que los chicles de fresa ácida nos gustaban a más de uno. Con acidez empieza tu relato pero termina de una forma dulce, aunque nada melosa y sí creíble.
    Un abrazo y suerte, Margarita

     
    1. Cuando las cosas se tuercen es complicado mantenerse en pie sin perder el equilibrio, y más aún si no tienes donde apoyarte. Admiro a esas personas que son capaces de reinventarse y continuar. Va por ellas.
      Gracias, Ángel. Un abrazo
      (Qué buenos los chicles de fresa ácida).

       
  • Marga, (si al igual que Wanda me permites esta confianza de desconocidos) eres indudablemente, mi segundo voto de este mes. Expresar tanto con tan poco, sin complicaciones, sin retorcimientos, sin segundas lecturas, ¡qué difícil es!, y que lo bien lo haces… Parece que te resulta fácil, mucho más fácil que a todos los demás y lo demuestras mes a mes.
    Está claro que en este «lugar de cuyo nombre no quiero acordarme…», hay gente que escribe muy bien. Y tú estás entre ellos, sin duda.
    Respecto a los chicles…, veo que eras de Cheiw. Yo, como soy mayor, era más de Bazooka.

     
    1. Vaya, Guillermo, tus palabras me llenan de orgullo. Creo que no hay «piropo» más bonito que ese de «haces que parezca fácil». Todos los que escribimos sabemos lo complicado que es y el mimo con el que hay que tratar a las palabras para no fracturarles una sílaba. Una simple coma fuera de su sitio puede estropear la historia. En fin, qué te voy a contar.
      Gracias, mil gracias por ese voto y por tu generosísimo comentario.
      Y en cuanto a los chicles, yo también masqué un montón de Bazooka, pero sí, me gustaban más los Cheiw, mucho más blanditos y con más sabores para elegir. ¡Qué infancia más dulce!

       
  • Preciosa historia, amén de precisa como un reloj suizo en la británica muñeca de un lord a punto de tomar el té de las cinco. Lo del desguace y la habitación doble donde nunca se pone el sol es apabullantemente sublime. Cómo me gusta leerte y votarte, Margarita. Muchísima suerte. Un abrazo.

     
    1. Pues, como decíamos de pequeños, «y tú más». Conseguir imágenes tan bellas como las tuyas solo con palabras es uno de mis alicientes para seguir en este mundillo tan grande.
      Me gusta que me leas, Nicolás. Gracias, muchas gracias.
      Un abrazo

       
    1. Deberíamos quitar la palabra «resignarse» del diccionario, igual así la usábamos menos. Pero para eso hace falta valor, al alcance de muy pocos; yo ni con escalera lo alcanzo, oye.
      Gracias por tus palabras, novelista, con ellas llego un poquito más alto.

       
  • Impresionado por tu gran micro, Margarita. Me quedo corto si pienso que es precioso. Sin ser crítico literario ni maestro en estas bellas artes, parece que estás como pez en el agua con las elipsis y las metáforas. Ya sabes que me encanta la magia (como en mi micro del mes pasado) y tus relatos (te leo tanto aquí como en otros concursos) son conjuros que atrapan al lector, trayendo esta vez el amor como tema principal. Esa magia tuya obtiene mi voto. Mucha suerte.

     
    1. Ohhh, me dejas sin palabras, Francisco Javier. Tu visión me da aire porque, ahora que no nos oye nadie, te aseguro que sí, que muchas veces me siento como un pez, pero de los que no saben nadar y boquean «en un proceloso mar de dudas» (siento la frase).
      Me alegra saber que me lees también en otros concurso. Y aunque suene a lo de siempre, la crítica de compañeros me ayuda a no tirar la toalla sobre la arena y tumbarme sobre ella a tomar el sol en lugar de adentrarme en el agua.
      Gracias, muchas gracias.

       
  • Debería haber más jueces como el de tu relato Margarita, que aunque hagan cumplir la ley también ayuden a los demás, como en el caso de doña Paca. Enhorabuena por esta historia tan realista.
    Pensaba votar 3, como sugería Esteban, pero con relatos como el tuyo es imposible, así que ya van 4.
    Saludos.

     
    1. Pues muy agradecida, José Manuel, de que mi relato te haya gustado. Aunque todo el mérito es de doña Paca, que no ha tirado la toalla, y de ese juez que no ha olvidado de dónde viene.
      En cuanto a los votos… estaría muy bien que, como tú, solo votásemos lo que nos gusta de verdad, prescindiendo de amigos, familiares y grupos de wasap, pero me temo que es una batalla perdida.
      Gracias de nuevo y un saludo.

       
  • ¡Pero cómo me gusta todo lo que escribes! Eres genial. Bien escrito, original, emotivo y con su pizca de humor. ¡Qué envidia sana me das!
    Te cuento un secreto, ya compartíamos gustos ácidos desde peques, jajaja.
    Un abrazo grande.

     
    1. Leemos con más generosidad lo ajeno que lo propio, cada día me confirmo más. No obstante, aprovecho este momento de debilidad tuyo para grabarme tu comentario a fuego y utilizarlo en los miles de momentos de debilidad míos.
      En cuanto a los gustos ácidos, se me hace la boca agua solo con recordarlo. Estamos unidas por la infancia ;-)
      Un abrazo y mil gracias, Aman

       
    1. Tú no necesitas escribir como yo, Manuel, perderías calidad y, por si eso no fuera suficiente, los demás nos quedaríamos sin tus deliciosas historias con aromas a Peña y tacto «aGarrido» (chorrada de turno).
      Por suerte solo lloro hacia dentro cuando escribo; y a moco tendido cuando recibo en dos días votos en masa que no sé de dónde vienen, ainsss (con lo bien que se está aquí dentro así, sin más. Me pongo de una mala leche…).
      Un abrazo y mil gracias.

      P.D. Perdón por el proceso catártico. Espero que me juzgues con clemencia.