DOS EXTRAí‘OS

ANA MARIA VIí‘ALS LORENTE · BARCELONA 

Eloísa dio una calada al cigarro y guardó las bragas de encaje en la maleta. Pensó en Mario, su marido. Nunca estaba. Se había acostumbrado a cenar sola frente al televisor. Reuniones de última hora, la preparación de una estrategia que lograra la absolución del acusado…Había llegado el momento de que ambos disfrutaran de unas merecidas vacaciones. Cuando zarpó el barco, al anochecer, se sentó frente a Mario. Eloísa se ajustó las gafas con sus huesudas manos y le observó; apenas quedaba rastro en él de aquel atractivo abogado del que se había enamorado en la Feria de Hamburgo. Un silencio incómodo, roto únicamente por el sonido de Mario engullendo la langosta, lo envolvía todo. La mujer sonrió aliviada; pronto terminaría el crucero. Cenaría sola de nuevo y ya no tendría que buscar tema de conversación para hablar con aquel desconocido en el que se había convertido su marido.

 

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