Negociación

David Vivancos Allepuz · Barcelona 

La voz cruel que llegaba desde el otro lado del hilo telefónico nos había recomendado mantener alejada a la policía del asunto, así que solicitamos la asistencia de un letrado amigo de la familia. Cuando sonaba el teléfono, mi abogado hacía una señal y se precipitaba sobre el auricular. Jugueteaba nervioso con su corbata de diseño mientras anotaba las exigencias del chantajista. “Pide cincuenta mil”, informó. Tratamos de reunir una suma que nos superaba por completo. “Ahora dice que sesenta”, expuso cariacontecido, sin atreverse a levantar la vista, al colgar el martes siguiente. Cuando casi lo teníamos, exigió setenta mil. La mañana del domingo cogí yo su llamada. Le recriminé la lenta sangría a la que nos estaba sometiendo y me respondió, muy digno, que sus pretensiones jamás habían superado los quince mil. El tribunal admitió la personación del chantajista contra mi abogado. Espero con ansia que llegue ese día.

 

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