Dorotea

Rosario Serrano Arnau · Alcantarilla (Murcia) 

La abogada vivía enamorada del juez. Aunque todos lo encontraban soberbio, autoritario, misántropo, ella creía descubrir en él un espíritu sensible, amante del arte, la belleza. En sus encuentros, ella desplegaba sagazmente sus mejores armas femeninas para seducirlo, sin éxito. Aquella mañana tuvo una personación en su juzgado. Iba muy sensual, con su vestido de diseño italiano. Desde hacía meses, él intercambiaba e-mail con una desconocida y constantemente, incluso durante las vistas, entraba desaforado a su correo, buscando señales de su Dorotea. Por la noche, al llegar a casa, extenuada tras una inhabitual guardia de asistencia a detenidos, ella corrió al ordenador. Intensa felicidad se dibujó en su rostro, mientras leía:?Queridísima Dorotea, me siento como enterrado en un pozo profundo, sin luz, porque hoy no he sabido de ti… Ninguna persona de las que vi hoy, me puede interesar, ni emocionar. ¡Sólo tú me haces sentir vivo!?

 

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