Homicidio involuntario

Moraima Piaggio · Barcelona 

Recibo tu invitación de boda como el que recibe una bala en la sien. Mi sentencia de muerte escrita en color sepia y con ribetes dorados. Qué cursi, mi amor. En el bufete te felicitan. Os felicitan (cómo duele ese plural en que no estoy). Casarte con el juez es una sabia inversión. Te ruego tengas a bien excusar mi ausencia, pero me obliga una diligencia ineludible: ese espléndido sábado de otoño estaré muriendo. Mientras suene el Canon de Pachelbel me iré apagando de a poquito. Como se seca un riachuelo que arrastra tristezas antiguas. Cuando los cuervos picoteen el arroz a las puertas de la iglesia, ya estaré muerto. Y nadie advertirá que morí de amor. Y nunca nadie te juzgará culpable, porque esa clase de muertes la ley no las contempla.

 

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