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Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Mi marido es hombre de pocas palabras; así que, para entender que le ocurre, he aprendido a interpretar las señales.
Cuando trabaja en un caso difícil, pasea por el salón como un animal enjaulado. Si antes de empezar un juicio disfruta de sus dulces favoritos, está celebrando la victoria con antelación. Y si comenta que el mejor legado para nuestros hijos es una buena carrera y un mundo más seguro, significa que algún abusador de menores ha acabado entre rejas.
Hoy llamó desde el juzgado para decirme que habían condenado a su cliente. Todo indicaba que quedaría en libertad, hasta que encontraron el arma del crimen enterrada en el jardín.
Al llegar a casa, me sorprendió la tranquilidad con que aceptaba la derrota, y los restos de tierra que había bajo sus uñas.

 

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