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ÁNGEL SAIZ MORA 

No se me ocurre mejor actividad ni compañía este domingo por la mañana
Mi padre sonríe. Le gusta que estemos juntos. Sus ojos brillan, igual que cuando recorría incansable las calles para entregar el correo. Le gustaba hacer feliz a la gente como mensajero de buenas noticias, ser útil también cuando eran peores.
Gracias a él pude formarme. Desde mi bufete ofrezco asistencia legal a desfavorecidos. El ejemplo vital paterno me impulsa, un legado generoso y entusiasta que intento transmitir a mi hijo, con independencia de cómo llegue a ganarse la vida.
La carrera está a punto de empezar. Es un momento dulce. Los beneficios son para los refugiados de una guerra que inició alguien sin escrúpulos, con el peor instinto animal.
Las manos del niño y las mías empujan su silla de ruedas por turnos. No importa el orden de llegada. Todos ganamos.

 

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