La Justicia por su mano

Clara Estrada Merayo · Zaragoza 

Tañía la campana al son de una melodía desangelada, presagio del infortunio. En la papelera, la piel de una mandarina, restos de su última cena; y en la mesa, los apuntes del caso que se traía entre manos, subrayada en rojo la fecha del vencimiento del plazo para contestar a la demanda. El rostro desencajado y el agujero de la bala entre ceja y ceja. El cliente se apoyó en la columna, tratando de asimilar los hechos. No sintió pena, ni siquiera se arrepintió. Respiró hondo, abandonó el edificio y se sintió aliviado por haberse tomado la justicia por su mano.

 

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