Problemas del primer mundo
Sergio Capitán HerraizNada volvió a ser igual. Desde que mi despacho aprobó una serie de medidas para la conciliación familiar, todos los miércoles por la tarde podía pasarlos con mis hijas. Vivir en una gran ciudad te hace apreciar aún más estas cosas, y así renació mi niño interior. Disfrutaba haciendo los deberes, merendando y tirándome en el suelo con ellas. Al acabar la tarea, les concedía media hora de televisión. Se supone que a esa hora estarían los dibujos, pero aquel día los telediarios en directo copaban todas las cadenas. ¡Europa condena esta guerra!, decían al unísono.
Pasaron los días y, en medio de la impotencia, me pregunté que podía hacer yo por ese pueblo. Vinieron refugiados a España y las tardes libres de los miércoles les estoy ayudando con los trámites legales para iniciar aquí una nueva vida.
Mis hijas se quejan de que ya no juego tanto con ellas.
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Siempre surgen prioridades. Algunas lamentables. Una pena.
Así es Margarita. ¡Gracias por comentar!
Te envío mi voto para tu relato . En el mío también apuesto por ayudar a este pueblo y que acabe el horror que están sufriendo. Suerte, Sergio!
Muchas gracias. ¡Un saludo!
Las hijas acabarán entendiéndolo y admirarán la decisión.
Suerte, Sergio, campeón.
Un abrazo.
La empatía acabará triunfando. Muchas gracias Manuel.
Cuando no se puede, no se puede, y la vocación al final se impone. Buen micro. Enhorabuena, mi voto y un saludo
Toda la razón con lo de las vocaciones. Muchas gracias, Nicolás.
Muy buena historia. Abordas el tema de pasar tiempo con los hijos (hijas, en este caso) y el hecho terrible en el que estamos sumidos en estos momentos. Creo que se podrían seguir mezclando los juegos con la ayuda que presta tu abogado a los refugiados… Quizá, las niñas podrían participar en algo solidario con su papá.
Muy de actualidad. Me gusta mucho.
Abrazote
Efectivamente tocaya, hay que involucrarlas desde pequeñas. ¡Abrazote de vuelta!