Imagen de perfilDeseos, los justos

Marta Trutxuelo García 

Deseaba que acabara aquel día,¡maldito lumbago! Y para colmo, un nuevo cliente. Del primer contacto con él deduje que tardaría en salir del bufete. Comencé por documentar el caso: el joven trabajaba en una cadena de reciclaje; alfombras, pilas, botellas… desfilaban ante sus ojos en un escenario sucesivo y rutinario. Un día encontró una lamparita y decidió perdonarla, salvándola de su fatídico destino. Tras limpiarla, apareció una nube que materializó a un hombre calvo, con pendientes y bombachos. Mi cliente repitió la operación frente a mí y el supuesto genio de tan inusual lámpara volvió a lanzar su mensaje: “te concedo un deseo”. El joven quería demandarlo por lo abusivo de la oferta, ¡sólo un deseo, incluso a Aladino le concedieron tres! Mientras mi cliente seguía quejándose, un nuevo embate en mi lumbago me obligó a cerrar los ojos. Al abrirlos, el genio había desaparecido, y mi indeseable lumbalgia, también.

 

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