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Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Meses después de cumplimentar en Internet el formulario de incapacidad permanente, mi cliente recibió contrariado la valoración desestimatoria del tribunal médico. Aunque aseguró que tras el accidente laboral su vida era un valle de lágrimas, la comisión de expertos no logró empatizar con su dramático discurso. Yo le insistí en recurrir a la vía judicial y solicitar la prestación aportando nuevas pruebas e informes médicos. Al observar su evidente cojera y la mueca de dolor cuando abandonaba el despacho, pensé que aquel pobre hombre era víctima de una terrible injusticia. Hasta que al cruzar la calle y, de forma casi milagrosa, pareció recuperar la movilidad.
Ojiplático e indignado, confieso que le dediqué varios insultos, mientras le veía alejarse a lomos de su bicicleta.

 

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