EL GRAN ALFREDO
Javier Puchades SanmartinAlfredo era un soñador, pero su padre le obligó a estudiar derecho con el firme propósito de continuar con el bufete familiar. Cuando se licenció su carrera fue meteórica, parecía el hombre bala. Sus juicios se podrían definir como el mayor espectáculo del mundo. Era un malabarista de la palabra, un funambulista entre lo lícito o no. Buscaba el más difícil todavía, los casos complicados. Cualquier sospechoso en sus manos era una hermanita de la caridad.
Todo acabó aquella noche que, tras una larga sobremesa en una fiesta, acudió al juzgado de guardia. Se presentó disfrazado de payaso y con alguna copa de más. El juez le llamó al estrado para indicarle que se cambiase. Él se negó y roció a su señoría con el agua que salía del floripondio que portaba en su solapa.
Hoy es feliz, en sus tarjetas de visita pone: “El Gran Alfredo, Artista de Circo”.
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Hola, Javier.
Bueno, nunca es tarde si la dicha es buena y el bueno de Alfredo se salió al fin con la suya: ser un payaso soñador. El texto está permeado de un humor muy fino. Y has ido preparando la mar de bien el final con símiles entre lo jurídico y el circo. Me gusta mucho tu texto. Un abrazo fuerte.
Muchas gracias por tu comentario, Eduardo.
Siempre hay que luchar por nuestros sueños y hacerlos realidad. Como bien dices he intentado mezclar el lenguaje del circo con el jurídico.
Un abrazo.
Jajaja
Hola, Javier!!!
Me alegra leerte.
Yo, este mes, solo veo circo y payasos :)
Muy bien solucionado el relato de esta convocatoria. Me gusta la nueva vida de Alfredo.
Un abrazo
Hola, Amparo, nos encontramos de nuevo.
Tienes toda la razón, estamos rodeados de payasos y circos. Algunos payasos con mayor suerte que otros. Al de mi otra historia le haría falta un abogado, ja,ja, ja.
Un abrazo.
Un camino alicatado por deseos ajenos, al final, termina en una mentira. El destino se forja con los propios sueños. Muy bueno, Javier. Un abrazo.
Salvador, muchas gracias por tu comentario
Un abrazo.
No solo de burlarse del juez como el Gran Alfredo. A veces dan ganas de concluir un alegato dando un salto mortal o hacer ilusionismo con las piezas de convicción o hacer desaparecer a alguien del estrado.
Suerte, Javier.
Manuel, muchas gracias por tu comentario. A lo mejor hay que aprender a hacer trucos de magia.
Un abrazo.