Sueño reparador

Jose Vivente Pérez Bris · Bilbao 

Su señoría se subió los pantalones, sintiéndose viejo y cansado. Contempló a la nueva abogada, despatarrada sobre el estrado. Tenía aspecto de leona, despeinada y sensual. Restos de mermelada de frambuesa resbalaban por su piel morena. El juez se atusó la toga y se sentó en su sillón. Continuó trabajando en la fianza de un acusado. Al poco, unos suaves ronquidos le llegaron nítidamente a los oídos. Asomó la cabeza desde el borde de su atalaya, en la tribuna. Su amante, estaba durmiendo como una marmota. El magistrado meneó la cabeza, indulgente. Aún quedaban un par de horas hasta que llegaran las mujeres de la limpieza. Levantándose, se despojó nuevamente de la toga, y tapó aquel cuerpo moreno al que le quedaba un mundo por delante. Que mejor, se dijo, que un tribunal para dormir el sueño de los justos.

 

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