Fondo de ojo

¡µngela Martínez Duce · Oviedo 

Me levanté atropelladamente del teclado cuando mi secretaria irrumpió en el despacho y anunció a la señora de Elizondo. Me tendió su mano blanca y lánguida acompañada de una mueca que asemejaba una sonrisa. Se sentó en el sillón y cruzó las piernas de manera estudiada. Su mirada, atrincherada tras unas gafas de sol, recorrió mi mesa repleta de denuncias y litigios. Un gesto de dolor asomó a su rostro cuando contempló la foto de Charo y las niñas. Sumida en sus pensamientos jugueteó con el globo terráqueo que hacía de pisapapeles. Después comenzó con rodeos y circunloquios. Me pidió discreción. Habló de su juventud; había sido reina de las fiestas de la vendimia. En ese instante apareció el marido en el discurso. La voz se le quebró. Las lágrimas afloraron. Se retiró las gafas. No hubo más palabras. Sus ojos amoratados contaron el resto.

 

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