JOSE MANUEL BREA FEIJOO

Microrrelatos publicados

  • LETRADO EN EL FRENTE

    En guerra civil, tras un pronunciamiento, mi país se desangraba. Contra mi voluntad, fui movilizado al frente en el bando rebelde, que ocupaba mi provincia y cuya ideología no compartía. No me tuve que inscribir, ni pensaba hacerlo; la autoridad militar decidió por mí. Dejaba mi bufete y una prometedora carrera en la abogacía. Y un día lluvioso me vi por primera vez en una trinchera. La lluvia arrastraba mis lágrimas, pero no mis ideas. Al tercer día caí herido, me trasladaron al hospital de campaña y, por la gravedad, acabé en la retaguardia. Una suerte, a fin de cuentas; ya no tenía que disparar contra mis hermanos. Clasificado como soldado mutilado, tuve arrestos para atravesar la frontera y hallé asilo en el país vecino. Aquí ejerzo como abogado desde hace años, los mismos que en mi patria gobiernan los sublevados. Pero algún día volveré; portando una flor, no un fusil.

    | Mayo 2022
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  • DESPUÉS DE TANTO TIEMPO

    Busqué con desasosiego aquel libro, perdido entre los miles de ejemplares de mi boscosa biblioteca. Solo ése, echado al olvido, contenía la clave inculpadora. Entre sus páginas, perfumadas de derecho amatorio, había guardado veinte años atrás una carta de Colibia, mi amante esposa, como un tesoro único. Por fin la hallé... “Querido Edulio, Muscario ha jurado matarme si no te dejo”, había escrito temblorosa. Como abogado acusador, tenía la prueba que necesitaba contra el exmarido celoso. La había estrangulado con el collar de perlas que yo le regalara. Sin dejar huellas, sabía que fuera él. ¿Después de tanto tiempo? Pues sí. Los asesinos pasionales aguardan a veces pacientemente. Procurar justicia para Colibia era mi objetivo. Un privilegio de letrado, fortalecido en la confianza de hombre enamorado… Al final, Muscario quedó entre rejas. Y ella, en sueños, aún sigue conquistándome: “Edulio, te amo”… ¡El amor no muere con la muerte!

    | Febrero 2017
     Participante
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  • EL FIN DE UN CIRUJANO

    Cuando el juez dictó su radical sentencia, mi mundo se vino abajo. Hasta sentí la cariñosa palmada de mi abogado como un sonoro reproche en la espalda. No había consuelo para quien entregara los mejores años a lo que más amaba. Ni la intención de apelar que mostraba mi letrado podía levantarme el ánimo. Me daba cuenta de que todo había concluido. E hice un rápido repaso existencial… Había logros personales y profesionales, una línea de felicidad apenas quebrada. Miles de intervenciones exitosas, agradecimiento de pacientes, reconocimiento de colegas, aplauso de ciudadanos. Y un día, por error –acaso por cansancio–, el bisturí cortó la arteria del paciente, que se desangró irremediablemente; fue inútil el intento de hemostasia. Mi carrera se había acabado (significaba la expulsión del Cuerpo de Cirujanos), y también mi vida… Es cuanto puedo decir, antes de administrarme la inyección letal que elimine mi sufrimiento.

    | Junio 2015
     Participante
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