ISABEL FRAILE SANCHEZ
Microrrelatos publicados
CARRERA JUDICIAL
Puse carteles llamativos por toda la urbanización con una cifra bastante generosa por su rescate. Pero nadie contestó. Su ausencia me consumía. No lograba concentrarme en mi trabajo y dejé de encender las velas de canela que tanto nos gustaban. Echaba de menos su compañía, su presencia en las largas noches de estudio repasando los artículos más farragosos de la Ley. Si me quedaba dormido sobre los libros, él me despertaba con un batir de alas. Me gustaba, en voz alta, repasar mis alegatos. Siempre escuchaba atento. En más de una ocasión cogía mis notas haciéndolas añicos, como prueba de su disconformidad. Otras veces me traía hojas en las que apunté argumentos olvidados… Y aquel día cuando apareció el juez con mi papagayo en su hombro, supe que él había decidido ascender en la carrera judicial. Me obligué a decretar su pérdida.
| Junio 2019
ParticipanteATRACO
¡La bolsa o la vida!, oí a mis espaldas. Me volví despacio, tratando de no perder el equilibrio. He de reconocer que iba bastante achispado después de tanto brindis con los amigos. En ese estado una realidad escalofriante me pareció jocosa y no pude contener la risa. ¡El rey Baltasar me amenazaba con una navaja suiza! “Mira, le dije, tendrás que llevarte la vida porque la bolsa la tengo vacía”. Palmoteé en el aire por mi ocurrencia y sin poder remediarlo me volvió la risa floja. Se acercó con un mal brillo en los ojos y mi euforia desapareció. Se llevó toda mi ropa, el reloj, el anillo de la fraternidad y mi orgullo. Al cabo de un par de meses, en el Turno de Oficio, me asignaron un caso de atraco con arma blanca. Lo reconocí por su loción. ¡Cómo iba a disfrutar! Eso será otro relato.
| Enero 2019
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 7MEDIDA CAUTELAR
“Sentenciar no es cosa fácil”, le había oído decir en más de una ocasión sin lograr entenderlo muy bien. El día que le vi en el juzgado actuando con aquella solemnidad se convirtió en mi héroe. Cada noche sentado en el borde de mi cama me leía un glosario de leyes, argumentos, sanciones… No pocas veces era yo el que cerraba el libro de Derecho y suavemente le dejaba caer a mi lado. Entonces, sin hacer ruido para no despertarle, bajaba de la cama, me ponía su toga y en voz baja interpretaba sus gestos y recitaba sus palabras paseando por el salón hasta que acababa el helado de chocolate. La mañana que cogió la toga y miró sorprendido la mancha oscura, yo me hice el distraído mientras pensaba en como plantear mi defensa para adelantarme a la aplicación de su medida cautelar.
| Agosto 2018
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1BIENVENIDO
Refugiado, acurrucado bajo la manta amarilla, con los labios agrietados por el sol, por el viento, por el frio… por el agua salada, con los calambres que todavía estremecían su cuerpo por la forzada postura en la barcaza, solo podía pensar en los campos abandonados, en las casas abandonadas, en los muertos abandonados. Miraba más allá de la alambrada, más allá del mar que acababa de dejar tras la larga y penosa travesía. Como en un sueño, oía los lamentos de los que quedaron atrás; aún sentía el olor del miedo, de la injusticia y de la impotencia. Se sobresaltó cuándo le tocaron el hombro. Un joven en cuclillas ante él, sonreía. “Bienvenido, dígame su nombre y de donde procede. Trataré de ayudarle. Soy su abogado”.
| Junio 2016
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 2