No pertenezco al gremio de la abogacía. No podría nunca plantearme semejante empresa, dado que mi estructura cerebral no posee la maleabilidad suficiente como para poder almacenar tanta información y convertirla en recursos, sería casi como decirle a un pollo que aprenda a ganchillar. Probablemente sea muy injusta, porque la subjetividad peca siempre de verdades demasiado relativas, pero a mi modo, amo la justicia. La ley no la garantiza, puesto que la propia ley puede ser injusta, intangible o inaccesible. Por eso tampoco identifico la justicia con la ley, y la magistratura tampoco. Sin embargo, la ley como tal, libre de las desviaciones a las que la sometiò la polìtica, es un bien inspirado en una convención social para garantizar el derecho de todas las personas, y un buen abogado, que defiende los derechos en un medio legislativo tan movedizo, bipolar y a veces ausente, es un artista. Y tal y como la justicia es un arte, quien ama el arte, ama necesariamente también a quienes la hacen posible. Es todo lo que tengo que decir sobre mí, porque lo que pienso es mi único patrimonio. Saludos a tod@s.