Imagen de perfilTRUCO O TRATO

Maite R. Valtierra 

En un rincón apartado del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena hay un panteón decrépito, que bien merecería una reforma, en donde yacen los abogados que murieron con pleitos pendientes. Todos los 31 de octubre, al caer el sol, se levantan de sus sepulturas y vagan por la ciudad buscando clientes.
Son fáciles de reconocer por sus rostros cadavéricos, su carne putrefacta y, en especial, por sus togas raídas y su jerga inteligible de leguleyos. Pero no pienses qué barbarie y emprendas una huida despavorida si te encuentras con uno, en realidad sólo penan por ofrecerte una iguala por sus servicios con ventajosas cláusulas de fidelización. Eso sí, conviene que la aceptes pues si no te maldecirán con la peor de las maldiciones: «pleitos tengas, y los ganes».
Al finalizar la noche se vuelven al cementerio a descansar en sus lúgubres y frías tumbas con sus pleitos olvidados.

 

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