Imagen de perfilALGUNOS HOMBRES BUENOS

FELIPE APARICIO HERNÁN 

Habían sido muchos años de angustia, trabajo y, por qué no decirlo, de barbarie social. El empeño de Alejandro en que la colonia donde vivía Milagros no fuera expropiada se había convertido en su caso más especial. Cientos de reuniones, análisis de cada reforma legislativa, manifestaciones e incluso noches de desvelo pensando en la llave de la victoria.

En cuanto conoció la sentencia, Alejandro corrió a casa de Milagros a contarle que ninguno de los 30 convecinos se vería obligado a abandonar cada vivienda que los vio crecer. Sin trampa ni cartón ni cláusula abusiva alguna. Pero nadie abría la puerta.

Fue entonces cuando Marisa -la vecina del quinto- le entregó con lágrimas en los ojos una escueta nota que Milagros había escrito pocas horas antes de finalizar su proceso de cuidados paliativos (¡qué callado se lo tenía!):

– “Querido letrado:
Ganamos, pero lo más importante es que peleamos juntos”.

 

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