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José Ignacio Rodríguez García 

Oíd, prestad atención, no escucharéis zumbidos sobre los campos. Ni siquiera seréis capaces de ver el elemento especial que falta. Son las abejas, ¿me atendéis? Las abejas han desaparecido. Todas ellas. Pese a nuestras advertencias contra los combustibles fósiles, habéis seguido polucionando de forma indiscriminada y las abejas se han hartado. Las abejas han dicho basta. Ya no hay abejas revoloteando los jardines. Einstein nos advirtió: si las abejas desapareciesen de la faz de la Tierra, a la humanidad le quedarían cuatro años de existencia. Sin nadie que polinice los cultivos, ¿de qué nos alimentaremos? Como abogado ambientalista me erigí en el último bastión, promoví reformas contra los pesticidas, levanté cláusulas proteccionistas para preservarlas. En vano. Los Estados, ¡todos vosotros!, llevasteis la barbarie hasta las últimas consecuencias. Ahora no hay abejas, y no regresarán. Estamos condenados, nuestra existencia una broma macabra a punto de finalizar. Oíd: tras ellas, vamos nosotros.

 

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