Imagen de perfilEl protector

M.Salvador Muñoz 

Soy un guacamayo escarlata. Deforestado mi hábitat, arrancado de la verde Amazonia, he acabado, cual residuo de vida, en esta sala de reuniones de un bufete de abogados estéril de afecto y de color. La soledad revuelve mi plumaje.
Debaten sobre el desarrollo sostenible, aunque están destruyendo mi hogar. Hablan de justicia, pero yo soy un migrado forzado. En ese clima de hipocresía a veces me cuesta respirar.
Observo sus disputas, sus codazos de poder, sus miradas de odio, sus miradas lascivas. La mayoría intentan hacerme repetir sus vocablos anodinos, yo les lanzo un gorjeo y observo sus sonrisas bobaliconas.
Solo una persona me cuida, me acaricia, me habla. Es la presidenta, y pronto descubro que un complot se está tejiendo sobre ella.

Hoy están todos reunidos, si firma el memorándum está acabada.
Respiro hondo, doblo mi lengua y activo mi tráquea: «Firma no…, traición, traición». La rúbrica se detiene.

 

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