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Lourdes García Huesca · barcelona 

Hoy ha sido un día duro. Apago y bajo la pantalla de mi portátil, mientras intento olvidar los enfrentamientos a los que he tenido que plantar cara. Por suerte -pienso- mis clientes sólo tienen intereses comerciales, y sus derechos no son otros que aquellos que emanan del papel-dinero.
Sobre la mesa, se encuentra él, dibujado (o desdibujado) en una hoja de periódico más: sin rostro, un cuerpo inerte ya sin vida.
No encuentro razonamiento que me explique su guerra, y debato mentalmente las posibles soluciones, sentada en mi silla mientras miro su desdicha.
Y mientras mi comodidad me abriga, asilo su desgracia en mi memoria, pues es la única forma de crear una frontera entre mi vida y su realidad, un asilo perfecto para que el alma duela sólo de aquí a la puerta. Y luego, el olvido.

 

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