Imagen de perfilVEINTIDÓS MINUTOS

Miguel Ángel García Rodríguez 

Es agotador tener que aguantar las risas constantes. Cuando parece que el juicio se pone interesante, de nuevo vuelta a las carcajadas ante el comentario jocoso de alguien.
La gente parece que no se toma la vida en serio y, por desgracia, muchas veces yo tampoco.
El juez emite veredictos locos, los acusados parece que están más pendientes de hacer la gracia que de su sentencia y mis compañeros de trabajo solo cuentan situaciones ridículas que les han sucedido en su tiempo libre.
Pero, lo que peor llevo, es aparecer en un juicio sin repasar nada previamente.
Muchas veces pienso que estoy atrapado y quiero huir, pedir un visado al país de nunca jamás y escapar. Pero, al finalizar, tras la misma musiquilla de siempre y con los insoportables títulos de crédito sobre mi cara, sé que al día siguiente volverá el formato de los veintidós minutos de agonía.

 

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