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LOURDES ASO TORRALBA 

Ayer mi mujer me sacó las botas de color verde y el paraguas porque había escuchado que venían tormentas por el norte. De pequeño las usaba para reventar los charcos, pero desde que soy abogado no puedo llegar a un juicio con el traje embarrado y la cartera chorreando. En la puerta se agolpan los clientes damnificados. Me preguntan qué va a ser de su futuro, si podrán volver a ocupar casas a las que peligran los cimientos, si con el cambio de normativas cobraran del consorcio de compensación de seguros. Remueven bajo los escombros por el instinto de conservación. Buscan aferrarse a fotografías y objetos personales. Algo para recordar. No puedo promover esperanza porque a mi esposa la ha atrapado el agua mientras conducía y no localizan su vehículo. Hoy Dios no está siendo justo. Las pruebas son evidentes. Solo falta el martillazo, señalar al culpable. Y el llanto.

 

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2 comentarios

  • Los desastres naturales son cada vez más frecuentes, es evidente, aún así, algunos aún mantienen que el cambio climático no es un hecho. En medio de tanta desolación, que no quede ni un techo seguro bajo el que cobijarse, la labor de un abogado, como en tantas ocasiones difíciles, es fundamental. A nivel personal, él tampoco se vio libre de la desgracia, de ahí que ponga todavía mayor interés en auxiliar legalmente a quien tanto ha sufrido. Hay veces que parece que Dios, el destino, o a saber qué, no es justo. Para intentar paliar en parte esas carencias está la justicia de los hombres.
    Un saludo y suerte, Lourdes