Imagen de perfilGuerra Sin Sentido

Juan Camilo Ramírez 

Me conmovió profundamente la llegada de aquel chico a mi oficina, empujando con los brazos las ruedas de su silla. En su servicio a la patria había perdido las dos piernas, y no siendo suficiente, la mina también le arrebató un ojo. Después de tres años desde lo sucedido, reunía el valor para enfrentar al Estado a cuya bandera había jurado; solo pedía equidad por lo que la imprudente acción de sus superiores le habían arrebatado. Había entrado al ejército como soldado regular porque la suya fue una educación muy limitada y ahora, con un solo ojo, apenas si conseguía leer lo que tenía a quince centímetros de su cara. El suyo sería no solo un caso innovador para los jueces colombianos, sino también la exigencia de una sociedad hastiada de la guerra y de ver a sus generaciones más jóvenes mutiladas por un conflicto sin sentido.

 

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