Imagen de perfilAlonso Quijano

Ander Balzategi Juldain 

La convalecencia lo transformó. Salió de la clínica con algo más que un ánimo renovado, salió con el ímpetu de un caballero que se veía victorioso antes de comenzar la batalla. Notó, al hablar con la enfermera, que su verbo se había vuelto audaz y exuberante. Su desempeño como abogado en el pasado le parecía ahora insignificante, diluido por la efervescencia de sus nuevas pretensiones. Iría a por ellos, a por esos gigantes corporativos que medraban a sus anchas explotando el sistema y exprimiendo sus recovecos. Los conocía bien, llevaba años encerrado redactando contratos y preparando declaraciones fiscales para ellos. Cuando volvió a su cubículo encontró la mesa llena de expedientes y el teléfono sonando sin parar. No iba a contestar. Lo primero era encontrar un escudero. ¿Quién repudiaría una oportunidad así?

 

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