EL ESCRIBA
Isabel Ajamil Arrieta · ajamil.abogados@icam.esEn el concurso de relatos de abogados se habían planteado cinco palabras que no me resultaban especialmente sugerentes, pero mi lesionada autoestima me impulsaba, una vez mas, a reparar el fracaso de mis anteriores envíos.
Sondeé a todos los miembros del bufete intentando encontrar un hilo argumental, la guía de una historia que me rescatara esa tarde de las montañas de expedientes que se apilaban en mi mesa, y que ya hacía tiempo había renunciado a llevar al día.
Los senior del despacho estaban a punto de volver de la vista del homicidio en la Audiencia. Era imprescindible encontrar rápido un tema y cerrar el asunto.
De vuelta a mi puesto, tras la pared acristalada del Director General pude oír el careo entre el de mercantil y el de laboral, «que sí Carlitos…… que nos lo cargamos. A ver si este se ha creído que trabaja en una editorial».
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Pobres abogados escribidores, que queremos ser auténticos letrados, dedicarnos a las Letras, con mayúscula. Impulsos irresistibles. Dicen que Vivaldi abandonaba en muchas ocasiones el altar ante el que estaba celebrando misa para dar forma a la melodía que acababa de venirle a la cabeza.
El problema es que a tu abogado con vocación de microrrelatista parece que las musas, o Scherezade, le han dejado solo, y tiene que usar el comodín del público. Pero creo que el interlocutor de D. Carlos no quiere despedir al abogado-escriba porque se apilen en su mesa expedientes atrasados. No. La auténtica razón es que conoce el microargumento que van a proponerle al interfecto y, sabiendo que es tan verídico como atractivo, quiere apropiárselo y enviar él un micro ganador al Concurso.
Suerte, Isabel.
Tu historia me deja un regusto a sonrisa que se merece un voto.
Suerte, Isabel, y para el escriba, también, que parece que él sí la va a necesitar.