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JUAN PEDRO AGÜERA ORTEGA 

La luna distante me acompañaba tras la ventana aquella noche insomne. Debía programar bien la defensa ante el juez, seleccionar el artículo preciso que evitase la extradición de Omar, el réquiem anticipado de un sueño sisífico.
El alba ilumina las últimas líneas de mi alegato, ideado para apelar a la humanidad del juez. Mis palabras intentan ser un reflejo manifiesto y conmovedor del intenso dolor padecido por Omar, de la angustia soportada durante el infinito trayecto desde África Central, de la incertidumbre ante un océano hostil y del profundo sufrimiento producido por aquella nefasta ola, que sepultó para siempre a su hermano en la inmensidad del mar.
A veces, la justicia también puede ser compasiva.

 

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