Imagen de perfilJusticia y toga

Anna Jorba Ricart 

Mi primer proceso judicial comenzó con el caso de la desaparición de una colección de togas, puñetas, bordados, insignias, mucetas y birretes de un prestigioso taller. Recuerdo que nos sorprendió el botín de dicho robo.
Estudié los detalles de las lesiones que el dueño sufrió intentando proteger su negocio, de los destrozos perpetrados, del informe del atestado policial que gracias a la coordinación de las fuerzas y cuerpos de seguridad y al visionado de las cámaras de vigilancia, los culpables pudieron ser detenidos. Se dictó sentencia firme sin dar lugar, ni antes ni después, a alegaciones o a recursos.
Desde entonces cada vez que atravieso el umbral de la puerta para entrar en la sala de los tribunales llevo una elegante toga de alpaca inglesa, como la de mi padre, pero lo más importante es revivir la agradable sensación de impartir justicia, siendo la abogada penalista que siempre quise ser.

 

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