Imagen de perfilUNA JUSTICIA DE LOCOS

PILAR ALEJOS MARTINEZ 

Supe que a mi mejor amigo le ocurría algo raro cuando, mientras conversábamos, empezó a perder el hilo de sus ideas y a divagar sin control. Poco a poco su salud mental se agravó. Tratar con él era una verdadera locura. Estaba tranquilo y en paz, pero, de repente, se volvía iracundo y hablaba en un idioma extraño que nadie entendía. Como si tuviera doble personalidad. Me tenía muy preocupada. Le diagnosticaron «envenenamiento por mercurio». Toda una vida fabricando sombreros para la realeza en condiciones precarias, ahora, le pasaba factura.

Optó por la solución más eficaz. Aunque era demasiado tarde para él, quiso facilitar las cosas a las generaciones futuras. Me pidió que me hiciera cargo de su causa contra los explotadores. En cuanto tuve acceso a toda la información, demandé a los culpables esperando justicia. Enloqueció de contento al escuchar la sentencia ejemplar que dictó la Reina de Corazones.

 

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