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Samuel Ferro 

Era la única causa que importaba. Aquella por la que había cruzado un país que apenas conocía y de difícil acceso para alguien yo, un abogado que deseaba descubrir la verdad. Lo intenté por las buenas, pero facilitar información por parte del gobierno era algo que no estaba en sus planes, y menos del político de turno. No tuve más remedio que meterme allí, alentado además por aquella madre africana que había perdido a su hijo.
Cuando llegué, descubrí que no había paz, solo guerra, y mientras, la petrolera occidental sacaba tajada usando los medios a su alcance para desestabilizar al país, y desgraciadamente de forma eficaz. Pero el destino estuvo de mi lado, encontré las pruebas necesarias para destruirlos, tanto a la empresa como a su político untado. Aunque para ello tuve que enfrentarme a la guerrilla local y al niño desaparecido que me apuntaba con un arma.

 

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