Imagen de perfilALEGATO VITAL

Amparo Martínez Alonso 

“No hay enemigo pequeño… ¡Al enemigo, ni agua!”, le prevenía su padre cuando Ángela decía que una asignatura era pan comido, o cuando en el bufete algún caso parecía ganado de antemano. Por eso, ahora que litigar contra su peor enemigo se está convirtiendo en verdadera tortura, Ángela lamenta haber desoído aquellos consejos paternos.

Ángela maquilla vómitos, retoca ojeras, difumina rictus y dibuja sonrisas postizas. Transformada, lleva a sus hijos al colegio; luego acude al bufete a defender los derechos de sus clientes. Pero ante el espejo, a cara lavada, ensaya una explicación que le evite declarar el “mea culpa” por haber subestimado a un enemigo de doce milímetros de diámetro; un engaño piadoso, lleno de ternura; un canto a la vida, que hable de felicidad, de trabajo vocacional, de una familia maravillosa; un alegato final que reconforte al hombre que otro cáncer de mama convirtió en viudo: su padre.

 

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