Imagen de perfilUn abogado incompleto

José Luis González Martínez 

Salimos casi a la par, pero estaba claro que éramos distintos. El llanto fue mío, correoso y de horas. Él, en cambio, sosegado, observándolo todo minuciosamente, como si buscara una panorámica general. Exitoso con el Derecho, ejerce de abogado defensor sin mácula, capaz de adoptar ademanes durísimos con fiscales y magistrados cuando es menester, o de encerrarse sin dormir para completar una apelación urgente. Es también el mejor considerado, familiarmente. Porque yo soy sólo impresor, o más finamente, currela de artes gráficas. Hace dos meses murió papá en un accidente sin culpa, y mi hermano quedó tan afectado que debió delegar el caso. Nos juntamos en el tanatorio. Me abrazó y atisbé su rostro demudado, su faz oscura como la penumbra de un eclipse. Créeme, dijo, no logro llorar. A memoria te supero, hermano. Te previne antes de separarnos: nada más salir rompe a llorar, pero no me hiciste caso.

 

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