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Lidia Molina Gómez 

Como jurista siempre he tenido cierta animadversión por los juicios al más puro estilo “rodeo americano”. Impredecibles. Inquietantes. Esos pleitos en que la balanza puede inclinarse en cuestión de segundos. Se abren las compuertas en estrados. Todos expectantes. El Juez da el toque de salida. Aunque tu línea de argumentación es buena, el potranco elegido por el abogado contrario para su defensa planta cara desbocado. Un punto a su favor. Esquivas su sacudida certera en el interrogatorio. Das un buen toque de espuelas en tu alegato. Realizas un par de cabriolas con consultas jurisprudenciales. Cuatro. Cinco… Adornas la exhibición. Mantienes el equilibrio sobre tus estribos. Siete… ¡Ocho! La rebanada está lanzada, veamos por qué lado cae. Mientras vuelves a casa se te escapa una mueca de satisfacción. La experiencia de jinete no garantiza el resultado, pero te ayuda a elegir la montura de tu adversario.

 

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