Imagen de perfilHIJOS DE CAÍN

MANUEL MORENO BELLOSILLO 

Me turnaron de oficio la defensa de un asesino, un joven que había apuñalado a un anciano. El asesino se comportaba como un iluminado, pero tenía un discurso:
—La guerra ha empezado. Somos nosotros o ellos.
—¿Quiénes sois vosotros y quiénes ellos?
—Nosotros somos los desheredados, los jóvenes que carecemos de empleo y oportunidades, los olvidados, los excluidos… Ellos son los viejos, los vulnerables que hay cuidar, los millones de pensionistas, la población improductiva que agota los presupuestos y esquilma las generaciones futuras, la gran plaga que hay que erradicar.
—Lo asesinaste sólo por ser viejo…
—No lo asesiné, lo exterminé. Somos los Hijos de Caín, hambrientos como chacales. Solo ha sido un aullido, el primer aullido.
Y empezó a aullar como un lobo. No necesitaba un abogado, sino a un psiquiatra.
Salí del juzgado de noche y en medio de la ciudad escuché horrorizado un coro de gargantas: auuuuuuuuuuuuu.

 

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