Imagen de perfilEl triunfo de los peces gordos

Wibo Sefeld 

El ambiente era asfixiante. Las pruebas de muerte y destrucción nos parecían concluyentes. Por suerte, pudimos ahorrarles a sus señorías el olor nauseabundo. Desde el estrado, la contaminación visual resultó ser inapreciable. Tuvimos una vista despejada entre la marea de fiscales, procuradores y toda la pesca. Allí estaba, grande y poderoso rodeado de su sequito de abogados adheridos como rémoras. La sentencia nos cayó como un jarro de agua fría. La insignificante multa por haber realizado sistemáticamente los vertidos tóxicos durante años nos pareció insultante. Lentamente, vimos desaparecer nuestras esperanzas para conservar el río en el enorme mar de plástico, incapaz de cubrir las vergüenzas del acusado.

 

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