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Paloma Hidalgo D 

Había un cartel pegado en el escaparate de la clínica veterinaria, declaró tranquila. Ofrecían trabajo paseando perros. Añadió que la contrataron enseguida porque estaban saturados. Continuó respondiendo a las preguntas. Explicó que, una vez en el parque, se le escaparon dos de los cuatro canes que llevaba, que consiguió recuperar al mastín, pero no así al bóxer. Que asustada, volvió a la clínica, y que ellos procedieron a avisar al dueño. Todo iba bien. Hasta que hizo algo llamativo. Y desafortunado: hablar, sin que nadie se lo pidiese, de lo ridículo del montante del rescate, ateniéndose al soberbio pedigrí del animal. Ya se sabe que en derecho, encender una vela es también proyectar una sombra, así que, su profundo conocimiento del linaje de un perro al que acababa, supuestamente, de conocer, sirvió al juez para decretar las pruebas de oficio que destaparon nuestra relación. Y acabaron con nuestro negocio.

 

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