Imagen de perfilLA TRAVESÍA

Benedicto Torres Caballer 

Era abogado, de los buenos, sumido en la pobreza por la travesía, por no ejercer al no haber causas. Se dirigió a las afueras de la ciudad, hacia el campo. Deseaba despedirse de su amada, la que hubiera sido su mujer, sabía que nunca más hablaría con ella. Recorrido de ruinas, hierros retorcidos, pestilencia, miseria. La lápida, una bala de francotirador, amargos recuerdos con lágrimas de desconsuelo, las últimas palabras. Regresó a la ciudad, una furgoneta le llevaría hacia la costa. El inmenso mar, cuya belleza se apagaba por el terror de la travesía, impedía ver la tierra deseada. Su complexión atlética, sus dotes de nadador, lo mantuvieron a flote mientras escuchaba ahogados gritos de desastre. De pie, en el barco, con una manta que se humedecía lentamente, sentía el frío de la brisa, de la soledad, de la indiferencia. Tierra a la vista. Refugiados, alambradas, miseria. Él, uno más.

 

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