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María Sergia Martín González- towanda 

Abel sigue permitiendo que sus vacas pasten en mi finca. Así sucede desde el principio, cuando distribuyeron las tareas laborales. Él, como favorito, eligió la fauna. Para mí quedó el durísimo ecosistema agrícola.

Soy paciente, pero esta mañana he sentido impulsos criminales, propios de cualquier mafia, al contemplar cómo sus ovejas esquilmaban la última cosecha ecológica que comenzaba a brotar. Se me han hinchado… las narices. He agarrado una quijada de asno y le he atizado tan fuerte que ya es leyenda. ¡Debía proteger mi huerto!

Inmediatamente, desde algún lugar del bosque, la Voz comenzó a interrogarme con preguntas malintencionadas del tipo «¿Dónde está tu hermano…?». He sido detenido por homicidio y tenencia ilícita de armas.

Gracias al sindicato agrario, ahora, conozco mis derechos, así que, antes de declarar, exijo asistencia jurídica. Creo que concurren múltiples eximentes para exonerarme de culpa, sin sufrir el escarnio bíblico de la vez anterior.

 

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