Imagen de perfilPor ella

laura pilato rodríguez 

Dejé sobre la mesita un vaso de leche caliente y sus tostadas favoritas, con crema de cacao.
Sara era todo lo que tenía, y aunque buscaba trabajo «de lo mío», aquellas duras jornadas en la fábrica de conservas me garantizaban un sueldo con el que podíamos subsistir.
Llevaba tres meses en el turno de noche, a punto de firmar la renovación, y no podía arriesgarme a un despido, así que, muy a mi pesar, la dejaba sola.
Mi jefe solía sentenciar sobre la irresponsabilidad de los jóvenes, y ponía al límite mi infinito aguante, gritándome:
«Venga nena, que para esto no hay que ir a la universidad».
Lo que él no sabía, es que bajo aquel delantal de plástico había una abogada.
La abuela hizo un gran sacrificio para pagarme la carrera, y ahora que me necesitaba, debía estar a su lado para cuidarla.

 

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