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ÁNGEL SAIZ MORA 

Al salir del colegio encontré un curioso lagarto. Papá, que dice que adoptar animales forma parte de mi ADN, permitió que me lo quedase hasta que mamá regresara de viaje. Ella es cariñosa, lista y abogada. Solo tiene dos defectos: odia a las mascotas y ve demandas por todas partes.
Mamá volvió antes de tiempo porque un juicio no se celebró. Al encontrarse a Darwin imaginó enfermedades y una pandemia –a saber qué es eso-, denuncias de particulares y requerimientos de la autoridad sanitaria. Escoba en mano, amenazó con propinarle un “meneo mortal” si no me lo llevaba –mamá combina palabras cultas y vulgares-. Tuve que soltarlo en una pradera lejos de casa.
Darwin me ayudaba con los problemas de química, que tanto me cuesta solventar en mi camino para ser bióloga naturalista, pero sé que estará bien con los suyos, que vinieron a buscarlo en una nave diminuta.

 

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