Imagen de perfilValió la pena

José Luis Barros Justo 

En la única entrevista que pudimos mantener me confesó que gestar una idea puede resultar peligroso en estos tiempos. Desde hacía una semana solo la ilusión le permitía viajar de vuelta a casa. La misma ilusión que transformaba la perorata de los guardias en compases de la primavera, su pieza favorita. Su pasaporte, la única protección que le quedaba, mostraba ahora dos gruesas líneas transversales. El proceso fue corto. Menos de dos semanas. No pude litigar en condiciones aceptables. No me dieron tiempo para recabar testimonios. No pude exponer los alegatos finales. Solo me entregaron un niqab que sé que ella nunca usó, y su pasaporte, inútil. Afortunadamente pude huir del país, comprobando, antes de salir, que aquella idea, que me había arrebatado a mi madre de manera tan injusta y brutal, comenzaba a germinar en otras mentes.

 

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